Estamos condicionados a resolver nuestros conflictos de manera
inconsciente, automáticamente, y basados en la resistencia a lo que es,
añorando el pasado y anhelando el futuro, dejando escapar en esta
corriente de pensamientos al único momento que existe, que es el momento
presente.
¿Cómo podemos “aprender” a dejar fluir y no ir en contra de la corriente?
Y una buena decisión no siempre conlleva un resultado óptimo; pero
una buena decisión es aquella donde podemos asumir las consecuencias con
conciencia. Sucede que nuestro cerebro funciona al igual que cualquier
musculo, en base al entrenamiento.
De manera clara lo que tenemos es que entrenar a nuestro cerebro hacia la calma,
hacia la ampliación de la conciencia. Este entrenamiento lo podemos
hacer de manera muy sencilla, enfocando nuestra atención en la
respiración. La respiración es la que nos conecta con el momento
presente, y con la vida.
En éste recorrido largo habrán tempestades, problemas, perdidas, que nos harán sentir tristeza y dolor.
El dolor es algo inevitable al caernos. Lo que sí es evitable es el
sufrimiento de quedarnos revolcándonos en el lodo de lo que nos produjo
dolor… porque la vida sigue fluyendo en un eterno presente.
Sabes que debemos aceptar el momento actual como es. No lo podemos
cambiar. Esto no es sinónimo de resignación o darse por vencido . Es darnos un
respiró para que de manera consciente, y no automática, podamos tomar
mejores decisiones. Decisiones tomadas basadas en un trato gentil hacia
nosotros mismos básicamente.
Es como si en la película de nuestra vida, permaneciéramos dormidos
en un ensueño de lo que sucedió o pudiera suceder. Al finalizar la
película (porque esta película de nuestra vida tiene un final), no actuamos, no la perdimos.
Si decidimos aferrarnos al pasado, nos quedamos
estancados y al igual que el agua cuando se estanca, sin movimiento, nos
hacemos rancios, tanto para nosotros mismos, como para los demás. Y nos
perdemos el momento presente.
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